Por primera vez y gracias a un estudio genético, un grupo
de investigadores españoles ha logrado demostrar que, entre los
neandertales, las hembras se intercambiaban entre un grupo y otro, una
práctica que evitaba la endogamia, mientras que los machos tendían a
permanecer en su núcleo familiar original y muy raramente abandonaban su
territorio natal. El hallazgo, que se publica en la revista «Proceedings of the National Academy of Sciences»,
se ha realizado gracias al análisis de los restos de doce neandertales
de la cueva asturiana de El Sidrón, descubiertos en 1994.
La diversidad genética de los neandertales, pues,
dependía de las mujeres, que eran «intercambiadas» por los varios grupos
en una práctica, la patrilocalidad, ampliamente observada en tribus actuales de cazadores recolectores y tambén en distintos grupos de primates.
Según ha explicado a ABC el paleontólogo del CSIC Antonio Rosas,
uno de los firmantes del artículo, «a medida que avanzan las campañas
de investigación, vamos consiguiendo más y más fósiles en la cueva de El
Sidrón. En la actualidad tenemos doce individuos muy bien
caracterizados, una variedad más que suficiente para intentar su
caracterización genética como grupo».
Los investigadores, afirma Rosas, ya sospechaban que los
diferentes individuos de este grupo podían estar «genéticamente
próximos». «Al hilo de esa sospecha -continúa Rosas- pensamos en tomar
muestras y caracterizarlas a través del ADN mitocondrial
(que no se encuentra en el núcleo celular, sino en las mitocondrias, y
se transmite sólo por línea materna), lo que nos daría una muy buena
visión genética general de estos individuos».
Casi una familia
Los resultados confirmaron lo que se sospechaba: los doce
neandertales de la cueva de El Sidrón formaban parte de una unidad
«genéticamente próxima», casi casi una familia. «No queremos utilizar el
término familia -explica Rosas- porque además de la componente
genética, una familia se construye sobre lazos afectivos cuya existencia
no podemos demostrar en este grupo de neandertales».
Para Carles Lalueza, sin embargo, primer firmante del
artículo, «es evidente que debe haber hermanos, padres, madres e hijos,
en la muestra estudiada». Según el artículo, el ejemplar juvenil 2
desciende de la hembra adulta 5, mientras que el juvenil 1 y el infantil
serían vástagos de la hembra adulta 4. Si esta hipótesis es correcta,
revelaría que los neandertales tenían una media de un hijo cada tres
años. Esta cifra también se asemeja a la observada en las sociedades
modernas de cazadores-recolectores.
Pero lo que llamó más poderosamente la atención de los
investigadores fue el hecho de que, según explica Rosas, «todos los
varones eran de un mismo linaje genético, mientras que las mujeres
pertenecían a linajes diferentes». En efecto, las tres hembras
estudiadas pertenecían, cada una, a un linaje distinto. «Un patrón -
opina Rosas- que encaja perfectmente en una distribución de
patrilocalidad. Los machos se quedan en el territorio, siempre, y son
las hembras las que cambian de grupo y, a la vez, de unidad
reproductiva».
Con niñas o hembras muy jóvenes
Esta clase de comportamiento se observa habitualmente en
grupos actuales de primates, y también en tribus de cazadores
recolectores de la actualidad, pero hasta ahora no había podido ser
demostrado para los neandertales. De esta forma los grupos, según
explica Rosas, «exportan» a otros grupos algunas de sus hembras, y
reciben a su vez hembras de otros grupos. Estos «intercambios» se
realizan siempre con niñas o hembras muy jóvenes que todavía no han
alcanzado su edad reproductiva, y sirven para evitar una excesiva
endogamia dentro de cada grupo individual.
«Esta es -concluye el investigador- nuestra
interpretación como biólogos. Puede ser, además, que este intercambio
sirviera también como una forma de reforzar vínculos entre grupos
diferentes en una amplia área geográfica. Es una práctica que se da en
cazadores recolectores, pero hasta ahora no estaba comprobada en
neandertales».
Según el artículo, las conclusiones de esta investigación
pueden ayudar a definir las condiciones de supervivencia y fertilidad
bajo las que vivieron los neandertales y que, finalmente, dieron lugar a
su extinción.
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