Los descubrimientos confirman que el dióxido de carbono es el interruptor de control más potente del efecto invernadero y que su abundancia determina la cantidad de vapor de agua que contiene la atmósfera.
Sin el dióxido de carbono, la Tierra sucumbiría en un estado helado aunque los investigadores advierten que los crecientes niveles de este gas atmosférico también son preocupantes. Señalan que esto convierte a la reducción y el control atmosférico del CO2 en una cuestión apremiante y grave a la que hay que prestar una especial atención.
Los autores señalan como ejemplo que el vapor de agua es un importante gas efecto invernadero y es más abundante en la atmósfera que el dióxido de carbono. Pero este elemento se condensa y precipita desde la atmósfera y por ello juega un papel diferente que el dióxido de carbono y otros gases efecto invernadero no condensados como el ozono, el metano y los clorofluorocarbonos.Los científicos, dirigidos por Andrew Lacis, realizaron un conjunto de experimentos de modelos climáticos idealizados en los que los gases de efecto invernadero se añadieron o sustrajeron de la atmósfera para identificar su papel en el control de la temperatura del aire.
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