Utilizando ADN extraído de un dedo hallado en la cueva
Denisova, al sur de Siberia, los investigadores David Reich, de la
Escuela Médica de Harvard, y Svante Pääbo, del Instituto Max planck de
Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), han conseguido secuenciar
el genoma de un homínido de unos 30.000 años de antiguedad que ha
supuesto toda una sorpresa. En efecto, el individuo pertenece a un grupo
que comparte un origen común con los neandertales, pero que no tiene
nada que ver con nosotros, los europeos modernos. Se trataría, por lo
tanto, de una "tercera rama evolutiva" humana, de la que no se tenía noticia hasta ahora. El hallazgo ha merecido la portada de Nature de esta semana.
Hace cerca de 200.000 años, los humanos modernos (es
decir, los que son como nosotros) aparecieron en África. En aquél
tiempo, del mismo modo que sucedió mucho después, cuando estos humanos
se extendieron también por Asia, existían otras clases de homínidos, de
estructura más arcaica, ocupando los mismos territorios. En Europa y en
Eurasia, esos "otros" representantes del género Homo fueron los
neandertales, que ocuparon el Viejo Continente desde hace cerca de 230.000 años hasta hace menos de 20.000.
En Asia e Indonesia,
sin embargo, no existe un consenso sobre cuáles eran exactamente los
grupos que ya estaban presentes cuando aparecieron los primeros
representantes de nuestra propia especie. Fósiles procedentes de China, o de la pequeña isla de Flores, han mantenido viva una controversia que sigue, hoy, sin tener visos de solución.
Ahora, el análisis genético llevado a cabo por Reich y Pääbo,
apunta a que los modelos migratorios de aquellos primeros hombres
modernos africanos, que terminaron extendiéndose por todo el mundo e
imponiéndose al resto de los homínidos presentes, fue mucho más complejo
de lo que se pensaba hasta ahora.
Hasta hace poco, dos grandes teorías contrapuestas
intentaban explicar cómo se produjo exactamente este proceso. Por un
lado, la teoría "multiregional", según la cual los humanos modernos habrían surgido al mismo tiempo (o casi) en regiones distantes del planeta. Por otro, la teoría de la "sustitución",
según la cual un único grupo de humanos modernos, procedentes de
Africa, habrían ido colonizando la Tierra y sustituyendo, en ese
proceso, a las varias poblaciones arcáicas preexistentes.
Las evidencias genéticas y fósiles han ido dando la razón
a los partidarios de la "sustitución" y dejando a un lado a los
defensores de la "multiregionalidad". Pero el hallazgo de Reich y Pääbo
demuestra que las fronteras entre ambas se difuminan mucho más de lo que
se pensaba.
En efecto, y a pesar de que el ADN de la cueva de Denisova
no es como el nuestro, sí que tiene rasgos en común con el de ciertas
poblaciones de humanos modernos de Papúa Nueva Guinea. Lo cual sugiere a
su vez que los antiguos habitantes de aquella región se relacionaron en
el pasado con los humanos recién descubiertos en Denisova. En resumen,
tuvo que producirse, opinan Pääbo y sus colegas, una corriente
migratoria hacia Asia de la que aún no teníamos noticia.
Anteriormente, Pääbo ya había analizado el ADN
mitocondrial (que no procede del núcleo celular, sino de las
mitocondrias) del dedo de Denisova, y había encontrado curiosas
diferencias y particularidades. Ahora, y tras analizar el ADN nuclear de
esos mismos restos, el nuevo escenario se ha hecho más evidente. Los homínidos de Denisova tienen (genéticamente) mucho en común con los neandertales europeos,
pero no con los humanos modernos del Viejo Continente. Sí están
relacionados, sin embargo, con poblaciones asiáticas de humanos
modernos, lo que apoya con fuerza las nuevas hipótesis de Pääbo.
Interacciones genéticas
Los investigadores, pues, descubrieron que el individuo
de Denisova era una mujer, y que perteneció a un grupo de homínidos que
comparten sus orígenes con los neandertales, pero que después se
separaron de ellos hasta dar lugar a una especie nueva. Reich y Pääbo han llamado a este grupo "los homínidos de Denisova".
Igual que los neandertales, estos homínidos no aportaron genes a los
europeos modernos, pero sí que contribuyeron a la dotación genética
actual de los habitantes de Papúa Nueva Guinea, lo que indica claramente
que hubo una relación entre ellos y los antiguos habitantes de la
Melanesia.
Además, y para reforzar esta hipótesis, un diente fósil,
también hallado en Denisova, muestra una morfología que es diferente, a
la vez, de la que tenían los neandertales y también de la de los humanos
modernos. Una morfología que recuerda a la de otras especies de
homínidos mucho más antiguos. El diente, a la luz de los datos genéticos
obtenidos del dedo hallado en la misma cueva, permite "conectar" los datos obtenidos del análisis de ADNcon los que aporta el estudio clásico de los restos fósiles.
Para Reich, "el hecho de que los homínidos de Denisova
fueran descubiertos en el sur de Siberia, pero que aportaran material
genético a poblaciones de humanos modernos de Nueva Guinea sugiere que tuvieron que extenderse durante el Pleistoceno".
Pääbo, por su parte, añade que "combinado con el genoma
de los neandertales, el de los homínidos de Denisova pinta un cuadro
complejo de las interacciones genéticas entre nuestros antepasados y el
resto de los antiguos grupos de homínidos".
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