La explosión de rayos gamma más violenta jamás registrada por el hombre alcanzó la Tierra el pasado 21 de junio. Después de cruzar una distancia enorme, cerca de 5.000 millones de años luz, la ola de energía procedente de la lejanísima explosión, probablemente la de una gran estrella convirtiéndose en un nuevo agujero negro, impactó contra los delicados sensores del telescopio espacial Swift y los dejó ciegos durante unos instantes. Los científicos no podían creer lo que estaban viendo, y durante días enteros pensaron que se trataba de un error.
"Este estallido de rayos gamma -explica David Burrows, director científico del telescopio de rayos X Swift- es, de lejos, la fuente más brillante nunca vista en estas longitudes de onda a distancias cosmológicas". De hecho, y a pesar de que el Swift está diseñado específicamente para estudiar estos violentos fenómenos cósmicos, sus constructores jamás pensaron que su batería de instrumentos tuviera que enfrentarse alguna vez a un rango semejante de energías.
"La intensidad de estos rayos X ha sido inesperada y no tiene precedentes -asegura Neil Gehrels, investigador principal del Swift en el centro de vuelos espaciales Goddard, de la NASA-. El estallido, llamado GRB 100621A, es la fuente más brillante de rayos X detectada por el Swift desde que el observatorio fue lanzado a principios de 2005. Justo cuando empezábamos a pensar que ya lo habíamos visto todo en cuanto a estallidos gamma, llega éste para desafiar lo que creíamos saber sobre la potencia que estas emisiones pueden tener".
Sistemas colapsados
Para Phil Evans, el investigador que primero dio la noticia a través de su cuenta de Twitter, "el estallido fue tan brillante que en sus primeros momentos colapsó todo nuestro sistema de análisis de datos. Había tantos fotones bombardeando el detector a cada segundo que no conseguíamos contarlos lo bastante rápido. Era como intentar usar un medidor de lluvia y un cubo para calcular la intensidad de un tsunami".
Evans escribió sus impresiones en su página web. Y es allí donde explica cómo pasó varios días reinterpretando los cálculos y los datos, discutiendo con David Burrows sobre la naturaleza de lo que habían visto e intentando superar su incredulidad por la inusitada violencia de lo que acababan de detectar.
Sin embargo, y pasados los momentos iniciales, el software volvió a funcionar y a realizar su trabajo con normalidad. Y Evans pudo recuperar los datos recogidos por los sensores durante el "apagón". A la máxima capacidad de los instrumentos, los investigadores lograron medir la increíble cantidad de 143.000 fotones de rayos X por segundo, lo que es unas 140 veces más fuerte que la fuente de rayos X más potente conocida hasta ahora. Baste decir que una estrella de neutrones que está 500.000 veces más cerca de la Tierra que el lugar donde se produjo la explosión, "sólo" envía hacia el Swift un haz de 10.000 fotones por segundo.
Un misterio cósmico
Normalmente, un estallido de rayos gamma (llamado GRB por sus siglas en ingles, Gamma Ray Burst), comienza con un "flash" muy brillante de rayos X y gamma, que se va apagando de forma parecida a lo que lo hace una bengala. Al final, queda un brillo residual (y en longitudes de onda mucho menos energéticas, incluso en los rangos de la luz visible y los ultravioleta) que se va apagando hasta desaparecer por completo. Sin embargo, estas emisiones residuales apenas si han sido detectadas en la explosión del pasado 21 de junio.
El origen de los GRB es uno de los misterios con los que se enfrenta actualmente la Cosmología. Y a pesar de la precisión de instrumentos domo del Swift cuesta mucho trabajo imaginar la magnitud de una explosión capaz de tener efectos físicos a distancias de miles de millones de años luz. Se cree que el evento que provocó la inusual emisión de rayos gamma el pasado 21 de junio fue la explosión de una estrella supermasiva, el colapso mortal de un gigante estelar incapaz de resistir su propio peso y en el momento de convertirse en un agujero negro.
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